Por:José Manuel Chiriboga
Este comentario tiene como telón de fondo la grave crisis por las que pasa la Comunidad Andina de Naciones, CAN. No son solo los problemas arancelarios, resultado de la aplicación por parte de nuestro país de un decreto que eliminó temporalmente las preferencias arancelarias a nuestros socios andinos, la base misma del acuerdo de integración. Fue también la dificultad que tuvimos en unificar criterios comunitarios para la negociación con la Unión Europea y que dio lugar a un conjunto de negociaciones bilaterales y no a lo que se aspiraba, un acuerdo de asociación. Fue también las críticas de Bolivia al secretario General de la CAN, por cumplir la normativa andina, que no podía sino hacer. Y, si quieren, fue la salida ya algo lejana de Venezuela que demostró lo hondo que eran las diferencias entre nuestros países.
No es la primera crisis por la que pasa la integración andina, es como si cada 20 años le pasara. Basta recordar cuando la Junta del Acuerdo de Cartagena estuvo a punto de naufragar, por el cuestionamiento de lo que hasta entonces era su motor: el apoyo a la industrialización por sustitución de importaciones. En ese momento parecía que el tiempo de la integración había terminado, como resultado de la entrada con fuerza del recetario neoliberal. Para este la integración no tenía sentido, los países debían abrirse con todo el mundo. Sin embargo, los presidentes de entonces, con papel destacado de Rodrigo Borja, y con el apoyo de muchos técnicos, hicieron surgir la CAN y abandonaron su modelo cerrado: se abrieron entre sí y mantuvieron aranceles más altos con terceros países
La reinvención de la CAN no significó terminar los logros importantes del periodo previo, como el programa automotor o la gran importancia que tiene el intercambio industrial en el comercio intraandino. Hoy por hoy, Ecuador comercia con los socios andinos 1.125 partidas arancelarias, más de cuatro veces el número que intercambiamos con Estados Unidos o la Unión Europea. Mucho de ese comercio tiene que ver con productos de mayor valor agregado, como confecciones, productos metal-mecánicos, zapatos y otros. Pero también muchos productos agropecuarios como maíz, arroz, soya, cigarrillos, huevos, pero también hortalizas y legumbres como fréjol, cebollas o pepinos. No es solamente un intercambio de grandes empresarios; decenas de Pymes y pequeños productores participan de las exportaciones e intercambios. La integración ha ayudado también a generar economías territoriales importantes en las zonas de frontera, posibilitada por la existencia de un proceso andino y unas normas que la facilitan.<BR><BR>Así que cuando amenazamos con salirnos de la CAN porque no nos han dado gusto en uno solo de los elementos de las nuevas regulaciones arancelarias, pienso que no nos hemos parado a reflexionar sobre lo que es la integración andina. Especialmente, cuando ni siquiera hemos agotado las propias posibilidades que ofrece la normativa andina: mecanismos de salvaguardia general, agrícola, cambiaria, de balanza de pagos, waiver, etcétera. Es como si tomáramos la vía más simple y no estuviésemos dispuestos a cambiar una sola coma de lo decidido, ni negociar, sabiendo que es necesario ceder en algo.
Siento que no valoramos suficientemente lo que idearon personajes ecuatorianos como Germánico Salgado, Galo Montaño o Rodrigo Borja y por qué apostaron a la integración, como factor fundamental para nuestro desarrollo. Su legado está allí y si hay que mejorar, hagámoslo, pero sin destruir el acervo comunitario.
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